De la estrella, que apareció contra todas las expectativas en el Oriente, en la navegación de Cristo, y de los regalos de los Magos, y del engaño de Herodes.
Después, los padres de Jesús, habiendo recibido al niño, regresaron a su casa en Nazaret. Era conveniente, ya que habían cumplido correctamente su deber en Belén, durante los cuarenta días, en el censo y en la inscripción, y podían regresar a su hogar en Nazaret debido a su sustento y propiedad allí. Ambos vivían en ambos lugares, por lo que se puede inferir que tenían algún ingreso en ambos lugares. Además, dos años después, después de experimentada aquella concepción espontánea, cuando la Madre de Dios era una virgen en su hogar en Belén (1), donde ambos pasaron el embarazo, o más bien (como dicen otros) dos años antes del nacimiento divino, los Magos persas dejaron su patria y se unieron en caravana. Y una vez que terminaron el viaje, mientras que todavía yacía Cristo en el pesebre y la Madre de Dios se encontraba en aquel alojamiento o cueva, llegaron a Belén, lo cual es más seguro (2). Aquellos sabios eran notables por su nobleza de linaje y riquezas. Habían visto una estrella en su región, no una de aquellas que están fijas en el firmamento desde el principio de las cosas, ni una de aquellas que anuncian las sucesiones de los reyes como un prodigio y enigma, y se llaman dolias, barbas, vigas, jabalinas y cometas o cabelleras por la variedad de formas. Todas estas tienen su sustancia a partir de las exhalaciones que se inflaman encima del aire, y que se difunden alrededor de la amplitud celeste y etérea (así lo dicen aquellos que han logrado elogios y gloria por investigar estos asuntos). Los Magos no vieron una estrella de esa naturaleza, sino una completamente nueva y poco común, que se inclinaba hacia la tierra y brillaba mucho, y tan parecida a los demás astros del cielo, que no fue vista por nadie más que por aquellos que se habían dedicado a conocer los tránsitos. Y esa estrella, de hecho, apareció dos años antes de que naciera Cristo, para que nadie piense que fue vista dos años después de su nacimiento. Los Magos, al verse involucrados en la consideración incierta de este nuevo espectáculo de la estrella aparecida, y después de mucha investigación y deliberación sobre ella, tenían también el antiguo Balaam, que había cantado bajo la influencia divina sobre lo que iba a suceder. Y quizás también habían sido guiados gradualmente a los misterios del nacimiento de la Palabra de Dios (3), que supera toda razón, por los sacerdotes que veneraban y admiraban. Pero sobre todo, Dios mismo excitó sus mentes para esto. Por lo tanto, bajo la providencia del máximo rey nacido, Cristo, entendieron que la estrella, que tenía una fuerza viviente y participante de la inteligencia, se estaba moviendo desde Persia hacia Judea, como si fuera un guía de camino, y siguieron tras ella, abandonando todo lo demás. Y ya estaban cerca de Judea, e incluso de Jerusalén, cuando la estrella, que (como yo creo) la fama de su nacimiento supera toda opinión y fe, comenzó a aumentar de manera manifiesta y repentinamente desapareció. Cuando entonces los inciertos preguntaron sobre el nacimiento del recién nacido rey (porque decían que venían del oriente para rendir culto y adoración debidos a él), toda la ciudad se llenó de agitación, especialmente Herodes (4), que entonces gobernaba el reino, quien se turbó. Interfería en su reino y estaba muy preocupado de que se lo quitara. Por lo tanto, convocó a los sacerdotes judíos y les preguntó con más detalle. Especialmente, investigó dónde se había profetizado que nacería Cristo. Le indicaron que sería en Belén de Judea y citaron al profeta Miqueas como testigo para respaldar sus palabras. Alabaron a Belén, prediciendo que de allí surgiría el líder que guiaría divinamente a Israel. Entonces, Herodes investigó cuidadosamente el tiempo, en secretos diálogos, desde que apareció esa nueva estrella. Se comunicó en secreto y con discreción con los magos y les ordenó ir a investigar al niño que había nacido y regresar cuando lo hubieran encontrado, para que los enviara a casa con un magnífico viático. Entonces, él mismo partiría para rendir homenaje al rey recién nacido. Así, engañados por las palabras traicioneras de Herodes, salieron de Jerusalén y nuevamente encontraron la estrella como guía en su camino. La estrella los precedió desde el oriente y desapareció en los montes de Judea. Muy felices y llenos de alegría incalculable, siguieron su luz. Después de que la estrella se detuviera sobre una pequeña casa y permaneciera fija como si estuviera anclada en el lugar, donde estaban su madre y su hijo divinamente sagrado, correctamente pensaron que ese era el lugar que buscaban y avanzaron. Cuando entraron, vieron a la madre y al niño viviendo en una casa oscura, humilde y pobre, y no teniendo nada más que lo mínimo necesario y viviendo de manera frugal en todas las cosas. En aquel momento, el niño, casi saltando de alegría, comprendió la adoración y el oficio que se realizaba mediante la extensión de las manos derechas de los Magos, y aceptó el reconocimiento de sus regalos, los cuales declaraban ser de un Dios y un rey (5). El oro indicaba a este como Dios y el incienso como rey, mientras que la mirra simbolizaba la muerte que había sido aceptada por mi causa. Pero cuando los Magos lo adoraron, como era justo y apropiado, y le dieron la bienvenida con la mano derecha y de manera afortunada, y lo honraron como el Hijo de Dios y rey de todas las cosas, decidieron pernoctar en aquella posada, tratando de establecer una estrecha amistad con él, y tratando de ganarse algo excepcional por parte de él (como correspondía). Sin embargo, esa misma noche, el ángel que había sido su guía les advirtió mediante un oráculo que huyeran del encuentro con Herodes. De esta manera, regresaron a su región por otro camino, para que pudieran llegar a la región de Persia lo más rápido posible como mensajeros y testigos de tan grande acontecimiento, y para detener el furor del tirano y para que él comprendiera que había intentado hacer algo que no podía ser realizado.