Reconocimientos de Clemente. Libro II.

Autor: Desconocido

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Traducción automática del texto inglés de New Advent

Capítulo 1. El poder del hábito. El poder de la costumbre.

Cuando amaneció el día fijado para la discusión con Simón, Pedro, levantándose al canto del primer gallo, nos despertó también a nosotros, pues dormíamos en el mismo aposento trece personas en total, de las cuales, junto a Pedro, Zaqueo era el primero, luego Sofonio, José y Micaías, Eliesdrus, Fineas, Lázaro y Eliseo: después de éstos, yo (Clemente) y Nicodemo; luego Niceta y Aquila, que antes habían sido discípulos de Simón, y se convirtieron a la fe de Cristo bajo la enseñanza de Zaqueo. De las mujeres no había ninguna presente. Como aún duraba la luz de la tarde, nos sentamos todos; y Pedro, viendo que estábamos despiertos y que le prestábamos atención, después de saludarnos, comenzó inmediatamente a hablar, como sigue:-

"Confieso, hermanos, que me maravilla el poder de la naturaleza humana, que veo apta y adecuada para toda llamada que se le haga. Esto, sin embargo, se me ocurre decir de lo que he encontrado por experiencia, que cuando pasa la mitad de la noche, me despierto por mi propia voluntad, y el sueño no viene a mí de nuevo. Esto me sucede por esta razón, que he formado el hábito de recordar a la memoria las palabras de mi Señor, que oí de Él mismo; y por el anhelo que tengo hacia ellas, fuerzo a mi mente y a mis pensamientos a que se despierten, para que, despertando a ellas, y recordándolas y ordenándolas una por una, pueda retenerlas en mi memoria. Por eso, aunque deseo abrigar los dichos del Señor con todo deleite en mi corazón, me ha venido el hábito de despertarme, aunque no haya nada en que desee pensar. Así, de alguna manera inexplicable, cuando se establece alguna costumbre, se cambia la costumbre antigua, con tal de que no se fuerce por encima de toda medida, sino hasta donde la medida de la naturaleza lo admita. Porque no es posible estar del todo sin dormir; de otro modo la noche no habría sido hecha para el descanso."

Capítulo 2. La restricción del sueño.

Entonces yo, al oír esto, dije: "Has dicho muy bien, oh Pedro; pues una costumbre es sustituida por otra. En efecto, cuando estaba en el mar, al principio estaba angustiado y todo mi organismo estaba trastornado, de modo que me sentía como si me hubieran golpeado, y no podía soportar las sacudidas y el tumulto del mar; pero al cabo de unos días, cuando me acostumbré, empecé a soportarlo tolerablemente, de modo que me alegraba de tomar alimento inmediatamente por la mañana junto con los marineros, mientras que antes no tenía por costumbre comer nada antes de la séptima hora. Ahora, por lo tanto, simplemente por la costumbre que adquirí entonces, el hambre me recuerda aquella hora a la que solía comer con los marineros; de la cual, sin embargo, espero deshacerme, cuando una vez se haya formado otra costumbre. Creo, pues, que tú también has adquirido el hábito de la vigilia, como afirmas; y has querido en buena hora explicárnoslo, para que tampoco nosotros tengamos reparo en desechar y prescindir de alguna porción de nuestro sueño, a fin de poder asimilar los preceptos de la doctrina viva. Porque cuando se digiere el alimento, y la mente está bajo la influencia del silencio de la noche, permanecen en ella las cosas que oportunamente se enseñan."

Capítulo 3. Necesidad de cautela.

Entonces Pedro, complacido al oír que yo había comprendido el sentido de su prefacio, que lo había pronunciado para nuestro provecho; y elogiándome, sin duda con el propósito de animarme y estimularme, comenzó a pronunciar el siguiente discurso: Me parece oportuno y necesario tener alguna discusión relacionada con las cosas que están cerca, es decir, acerca de Simón. Porque me gustaría saber de qué carácter y de qué conducta es. Por lo tanto, si alguno de vosotros tiene conocimiento de él, que no deje de informarme; porque es importante saber estas cosas de antemano. Porque si tenemos ordenado que, al entrar en una ciudad, nos informemos primero de quién es digno en ella, para comer con él, ¡cuánto más conviene que nos cercioremos de quién o qué clase de hombre es aquel a quien se han de confiar las palabras de la inmortalidad! Porque debemos tener cuidado, sí, extremo cuidado, de no echar nuestras perlas a los cerdos.

Capítulo 4. Prudencia en el trato con los adversarios.

"Pero también por otras razones es de importancia que yo tenga algún conocimiento de este hombre. Porque si sé que en aquellas cosas respecto de las cuales no puede dudarse que son buenas, él es intachable e irreprochable -es decir, si es sobrio, misericordioso, recto, amable y humano, que nadie duda que sean buenas cualidades-, entonces parecerá conveniente que a quien posee estas buenas virtudes se le confiera lo que falta de fe y conocimiento; y así su vida, que en otros aspectos es digna de aprobación, sea enmendada en aquellos puntos en los que parezca imperfecta. Pero si permanece envuelto y contaminado en aquellos pecados que son manifiestamente tales, no me corresponde hablarle en absoluto de las cosas más secretas y sagradas del conocimiento divino, sino más bien protestar y confrontarlo, para que deje el pecado y limpie sus acciones del vicio. Pero si se insinúa, y nos induce a hablar lo que él, mientras actúa impropiamente, no debe oír, será nuestra parte rebatirle cautelosamente. En efecto, no parece conveniente no responderle en absoluto, por el bien de los oyentes, no sea que piensen que declinamos la contienda por falta de habilidad para responderle, y así su fe se vea perjudicada por haber malinterpretado nuestro propósito."

Capítulo 5. Simón el Mago, un antagonista formidable.

Habiéndonos hablado así Pedro, Niceta pide permiso para decirle algo; y habiéndoselo concedido Pedro, dice: "Con perdón vuestro, os ruego, señor mío Pedro, que me escuchéis, que estoy muy ansioso por vos, y que temo que, en la contienda que tenéis entre manos con Simón, parezcáis estar superado. Porque sucede con mucha frecuencia que el que defiende la verdad no obtiene la victoria, ya que los oyentes, o tienen prejuicios, o no tienen gran interés en la mejor causa. Pero además de todo esto, el propio Simón es un orador vehemente, entrenado en el arte dialéctico y en las mallas de los silogismos; y lo que es peor, es muy hábil en el arte de la magia. Y por eso temo que, estando tan fuertemente fortificado por todos lados, se piense que defiende la verdad, mientras alega falsedades, en presencia de quienes no lo conocen. Porque tampoco nosotros hubiéramos podido escapar de él, y convertirnos al Señor, si no fuera porque, mientras éramos sus ayudantes, y partícipes de sus errores, habíamos comprobado que era un engañador y un mago."

Capítulo 6. Simón el Mago: su maldad.

Cuando Niceta hubo hablado así, Aquila también, pidiendo que se le permitiera hablar, procedió de la siguiente manera: "Recibe, te lo ruego, excelentísimo Pedro, la seguridad de mi amor hacia ti; pues en verdad yo también estoy sumamente ansioso por tu causa. Y no nos culpes por ello, pues preocuparse por alguien es sinónimo de afecto, mientras que ser indiferente no es menos que odio. Pero pongo a Dios por testigo de que siento por ti, no por saber que eres más débil en el debate -pues en verdad nunca estuve presente en ninguna disputa en la que estuvieras comprometido-, sino porque conozco bien las impiedades de este hombre, pienso en tu reputación, y al mismo tiempo en las almas de los oyentes, y sobre todo, en los intereses de la verdad misma. Porque este mago es vehemente en todas las cosas que desea, y perverso sin medida. Pues en todo lo conocemos bien, ya que desde niños hemos sido asistentes y ministros de su maldad; y si el amor de Dios no nos hubiera rescatado de él, incluso ahora estaríamos comprometidos en las mismas malas acciones con él. Pero un cierto amor innato hacia Dios hizo que su maldad nos resultara odiosa, y que la adoración de Dios nos resultara atractiva. Por lo cual pienso también que fue obra de la Divina Providencia, que nosotros, habiendo sido hechos sus primeros asociados, tomáramos conocimiento de la manera o del arte con que él realiza los prodigios que parece obrar. Porque, ¿quién no se asombraría de las cosas maravillosas que hace? ¿Quién no pensaría que es un dios bajado del cielo para la salvación de los hombres? En cuanto a mí, confieso que si no lo hubiera conocido íntimamente y no hubiera participado en sus obras, fácilmente me habría dejado llevar por él. Por lo cual no fue gran cosa para nosotros separarnos de su sociedad, sabiendo como sabíamos que él depende de artes mágicas e inicuas artimañas. Pero si tú también quieres saberlo todo sobre él -quién, qué y de dónde es, y cómo trama lo que hace-, entonces escucha."

Capítulo 7. Simón el Mago: Su Historia.

"El padre de este Simón era Antonio, y su madre Raquel. De nación es samaritano, de una aldea de los Gettones; de profesión mago, pero muy instruido en la literatura griega; deseoso de gloria, y vanagloriándose por encima de toda la raza humana, de modo que desea que se le crea un poder exaltado, que está por encima de Dios el Creador, y que se piense que es el Cristo, y que se le llame el Permanente. Y utiliza este nombre como implicando que nunca puede ser disuelto, afirmando que su carne está tan compactada por el poder de su divinidad, que puede durar hasta la eternidad. De ahí, por tanto, que se le llame el Firme, como si no pudiera caer por corrupción alguna".

Capítulo 8. Simón el Mago: Su Historia.

"Porque después de que Juan el Bautista fue asesinado, como tú mismo también sabes, cuando Dositeo había planteado su herejía, con otros treinta discípulos principales, y una mujer, que se llamaba Luna - de donde también estos treinta parecen haber sido designados con referencia al número de los días, según el curso de la luna - este Simón ambicioso de mala gloria, como hemos dicho, va a Dositeo, y fingiendo amistad, le suplica, que si alguno de esos treinta muriera, él lo sustituiría inmediatamente en lugar del muerto: porque era contrario a su regla exceder el número fijado, o admitir a cualquiera que fuera desconocido, o no probado todavía; por lo que también el resto, deseando llegar a ser digno del lugar y el número, están ansiosos de todas las maneras de complacer, de acuerdo con las instituciones de su secta a cada uno de los que aspiran a ser admitidos en el número, con la esperanza de que pueda ser considerado digno de ser puesto en el lugar del difunto, cuando, como hemos dicho, alguno muere. Por eso Dositeo, muy urgido por este hombre, introdujo a Simón cuando se produjo una vacante entre el número."

Capítulo 9. Simón el Mago: Su Profesión.

"Pero no mucho tiempo después se enamoró de aquella mujer a quien llaman Luna; y nos confió todas las cosas como amigos suyos: cómo era mago, y cómo amaba a Luna, y cómo, deseoso de gloria, no quería gozar de ella sin gloria, sino que esperaba pacientemente hasta poder gozar de ella honrosamente; pero así si también nosotros conspirábamos con él para el logro de sus deseos. Y prometió que, como recompensa por este servicio, haría que nos invistieran con los más altos honores, y que los hombres nos creyeran dioses. 'Sólo, sin embargo, con la condición', dice, 'de que me otorguéis el puesto principal a mí, Simón, que por arte de magia soy capaz de mostrar muchos signos y prodigios, por medio de los cuales mi gloria o nuestra secta puedan establecerse. Porque soy capaz de hacerme invisible a los que quieren apoderarse de mí, y de volver a ser visible cuando quiero ser visto. Si deseo huir, puedo cavar a través de las montañas, y atravesar las rocas como si fueran arcilla. Si me arrojara de cabeza desde una montaña elevada, sería llevado ileso a la tierra, como si estuviera sostenido; cuando estoy atado, puedo soltarme y atar a los que me habían atado; estando encerrado en prisión, puedo hacer que las barreras se abran por sí mismas; puedo hacer que las estatuas se animen, de modo que los que las ven supongan que son hombres. Puedo hacer que nuevos árboles broten de repente y produzcan retoños al instante. Puedo arrojarme al fuego, y no quemarme; puedo cambiar mi semblante, de modo que no se me reconozca; pero puedo mostrar a la gente que tengo dos caras. Me transformaré en oveja o en cabra; haré que les crezca barba a los niños pequeños; ascenderé volando por los aires; exhibiré abundancia de oro, y haré y desharé reyes. Seré adorado como Dios; se me asignarán públicamente honores divinos, de modo que se erigirá una imagen mía, y seré adorado y venerado como Dios. ¿Y qué necesidad hay de más palabras? Todo lo que yo desee, eso podré hacer. Pues ya he logrado muchas cosas a modo de experimento. Una vez mi madre Raquel me ordenó que fuera al campo a segar y vi una hoz tirada, le ordené que fuera a segar y segó diez veces más que las otras. Últimamente, produje muchos brotes nuevos de la tierra, y les hice dar hojas y producir frutos en un momento; y la montaña más cercana la perforé con éxito.'"

Capítulo 10. Simón el Mago: Su Engaño.

"Pero cuando habló así de la producción de brotes y de la perforación de la montaña, me sentí confundido por este motivo, porque quería engañarnos incluso a nosotros, en quienes parecía depositar su confianza; porque sabíamos que esas cosas habían sido desde los días de nuestros padres, que él representaba como hechas por él mismo últimamente. Nosotros, pues, aunque oímos de él estas atrocidades, y otras peores que éstas, seguimos sus crímenes, y permitimos que otros fueran engañados por él, diciendo también muchas mentiras en su favor; y esto antes de que él hiciera ninguna de las cosas que había prometido, de modo que aunque todavía no había hecho nada, algunos pensaban que era Dios."

Capítulo 11. Simón el Mago, a la cabeza de la secta de Dositeo.

"Mientras tanto, al principio, tan pronto como fue contado entre los treinta discípulos de Dositeo, comenzó a depreciar al propio Dositeo, diciendo que no enseñaba pura o perfectamente, y que esto era el resultado no de la mala intención, sino de la ignorancia. Pero Dositeo, cuando se dio cuenta de que Simón lo depreciaba, temiendo que se oscureciera su reputación entre los hombres (pues él mismo se suponía que era el Erguido), movido por la ira, cuando se reunieron como de costumbre en la escuela, cogió una vara y empezó a golpear a Simón; pero de repente la vara pareció atravesarle el cuerpo, como si hubiera sido humo. Ante lo cual Dositeo, asombrado, le dice: 'Dime si eres el que está de pie, para que pueda adorarte'. Y cuando Simón respondió que lo era, entonces Dositeo, percibiendo que él mismo no era el Erguido, se postró y le adoró, y cedió su propio puesto de jefe a Simón, ordenando a todo el rango de treinta hombres que le obedecieran; ocupando él mismo el puesto inferior que antes ocupaba Simón. No mucho después de esto murió".

Capítulo 12. Simón el Mago y Luna.

"Por lo tanto, después de la muerte de Dositeo, Simón tomó a Luna para sí; y con ella todavía anda, como ves, engañando a multitudes, y afirmando que él mismo es un cierto poder que está por encima de Dios el Creador, mientras que Luna, que está con él, ha sido bajada de los cielos superiores, y que ella es la Sabiduría, la madre de todas las cosas, por la cual, dice él, los griegos y los bárbaros contendiendo, fueron capaces en cierta medida de ver una imagen de ella; pero de sí misma, como es, como la moradora con el primer y único Dios, eran totalmente ignorantes. Proponiendo estas y otras cosas por el estilo, ha engañado a muchos. Pero también debo declarar esto, que recuerdo que yo mismo vi. Una vez, cuando esta Luna suya estaba en cierta torre, una gran multitud se había reunido para verla, y estaban de pie alrededor de la torre por todos lados; pero ella fue vista por toda la gente inclinarse hacia adelante, y mirar hacia fuera a través de todas las ventanas de esa torre. Muchas otras cosas maravillosas hizo y hace; de modo que los hombres, asombrados de ellas, piensan que él mismo es el gran Dios."

Capítulo 13. Simón el Mago: El secreto de su magia.

"Ahora bien, cuando Niceta y yo le pedimos una vez que nos explicara cómo podían efectuarse estas cosas por arte de magia, y cuál era la naturaleza de esa cosa, Simón comenzó así a explicárnoslo como a sus asociados. He hecho", dijo, "que el alma de un muchacho, inmaculada y violentamente asesinada, e invocada por indecibles conjuraciones, me asista; y por ella se hace todo lo que yo ordeno". Pero', dije yo, '¿es posible que un alma haga estas cosas? Respondió: "Quiero que sepas que el alma del hombre ocupa el siguiente lugar después de Dios, una vez que es liberada de la oscuridad de su cuerpo. Y en seguida adquiere presciencia: por eso se la invoca para la nigromancia'. Entonces respondí: '¿Por qué, entonces, las almas de las personas que son asesinadas no se vengan de sus asesinos?' '¿No recuerdas,' dijo él, 'que te dije que cuando sale del cuerpo adquiere conocimiento del futuro?' 'Lo recuerdo,' dije yo. Pues bien -dijo-, tan pronto como sale del cuerpo, sabe inmediatamente que hay un juicio por venir, y que cada uno sufrirá el castigo por los males que ha hecho; y por lo tanto no están dispuestos a vengarse de sus asesinos, porque ellos mismos están soportando tormentos por sus propias malas acciones que habían hecho aquí, y saben que les esperan castigos más severos en el juicio. Además, los ángeles que los presiden no les permiten salir ni hacer nada". 'Entonces', repliqué, 'si los ángeles no les permiten venir aquí, ni hacer lo que les plazca, ¿cómo pueden las almas obedecer al mago que las invoca? ' 'No es,' dijo él, 'que concedan indulgencia a las almas que quieren venir: pero cuando los ángeles que presiden son conjurados por uno mayor que ellos, tienen la excusa de nuestra violencia que los conjuramos, para permitir que las almas que invocamos salgan: porque no pecan ellos que sufren violencia, sino nosotros que les imponemos la necesidad.' Entonces Niceta, no pudiendo abstenerse más, se apresuró a responder, como yo también iba a hacer, sólo que antes deseaba informarme con él sobre varios puntos; pero, como dije, Niceta, anticipándose a mí, dijo: '¿Y no teméis el día del juicio, vosotros que hacéis violencia a los ángeles, e invocáis a las almas, y engañáis a los hombres, y negociáis para vosotros honores divinos con los hombres? ¿Y cómo nos persuades de que no habrá juicio, como confiesan algunos de los judíos, y de que las almas no son inmortales, como muchos suponen, aunque tú las veas con tus mismos ojos, y recibas de ellas la seguridad del juicio divino?'".

Capítulo 14. Simón el Mago, Profesa Ser Dios.

"Ante estas palabras suyas, Simón palideció; pero al cabo de un rato, recogiéndose, respondió así: 'No penséis que soy un hombre de vuestra raza. No soy mago, ni amante de Luna, ni hijo de Antonio. Pues antes de que mi madre Raquel y él se unieran, ella, aún virgen, me concibió, mientras estaba en mi poder ser pequeño o grande, y aparecer como un hombre entre los hombres. Por eso os he escogido primero como amigos míos, con el fin de probaros, para colocaros el primero en mis lugares celestiales e indecibles cuando os haya probado. Por eso me he hecho pasar por hombre, para saber más claramente si me profesáis todo mi afecto". Pero cuando oí esto, juzgándole ciertamente un miserable, pero maravillándome de su insolencia; y ruborizándome por él, y al mismo tiempo temiendo que intentara algún mal contra nosotros, hice señas a Niceta para que fingiera un poco junto conmigo, y le dije: 'No te enojes con nosotros, hombres corruptibles, oh tú Dios incorruptible, sino más bien acepta nuestro afecto, y nuestra mente deseosa de saber quién es Dios; pues hasta ahora no sabíamos quién eres, ni percibíamos que tú eres aquel a quien buscábamos. '"

Capítulo 15. Simón el Mago, Profesó Haber Hecho un Muchacho del Aire.

"Mientras decíamos estas y otras palabras semejantes con miradas adecuadas a la ocasión, este tipo tan vanidoso creyó que nos engañaba; y estando por ello tanto más eufórico, añadió también esto: 'Ahora os seré propicio, por el afecto que me profesáis como Dios; pues me amasteis mientras no me conocíais, y me buscabais en la ignorancia. Pero no quiero que dudéis de que esto sea verdaderamente ser Dios, cuando uno es capaz de hacerse pequeño o grande según le plazca; pues yo soy capaz de aparecer al hombre de la manera que me plazca. Ahora, pues, comenzaré a revelaros lo que es verdad. Una vez, yo, por mi poder, convirtiendo el aire en agua, y el agua de nuevo en sangre, y solidificándola en carne, formé una nueva criatura humana - un niño - y produje una obra mucho más noble que Dios el Creador. Porque Él creó un hombre de la tierra, pero yo del aire - un asunto mucho más difícil; y de nuevo lo deshice y lo devolví al aire, pero no antes de haber colocado su cuadro e imagen en mi alcoba, como prueba y memorial de mi obra". Entonces comprendimos que hablaba de aquel muchacho, de cuya alma, después de haber sido muerto por la violencia, se sirvió para los servicios que requería."

Capítulo 16. Simón el Mago: Desesperanza de su caso.

Pero Pedro, oyendo estas cosas, dijo con lágrimas: "Mucho me maravillo de la infinita paciencia de Dios, y, por otra parte, de la audacia de la temeridad humana en algunos. Pues ¿qué otra razón se puede hallar para persuadir a Simón de que Dios juzga a los injustos, puesto que se persuade de que emplea la obediencia de las almas para el servicio de sus crímenes? Pero, en verdad, es engañado por los demonios. Sin embargo, aunque está seguro por estas mismas cosas que las almas son inmortales, y son juzgadas por las obras que han hecho, y aunque piensa que realmente ve las cosas que creemos por la fe; aunque, como he dicho, es engañado por los demonios, sin embargo, piensa que ve la sustancia misma del alma. ¿Cómo, pues, podrá tal hombre confesar que actúa impíamente mientras ocupa tan mala posición, o que ha de ser juzgado por las cosas que ha hecho, quien, conociendo el juicio de Dios, lo desprecia, y se muestra enemigo de Dios, y se atreve a cometer cosas tan horrendas? Por lo cual es cierto, hermanos míos, que algunos se oponen a la verdad y a la religión de Dios, no porque les parezca que la razón no puede de ningún modo oponerse a la fe, sino porque o están envueltos en exceso de maldad, o impedidos por sus propios males, o exaltados por la hinchazón de su corazón, de modo que ni siquiera creen aquellas cosas que creen ver con sus propios ojos."

Capítulo 17. Los hombres enemigos de Dios.

"Pero, en tanto que el afecto innato hacia Dios Creador parecía bastar para la salvación a los que le amaban, el enemigo estudia pervertir este afecto en los hombres, y hacerlos hostiles e ingratos a su Creador. Pues pongo por testigos al cielo y a la tierra de que, si Dios permitiera al enemigo ensañarse tanto como desea, todos los hombres habrían perecido ya hace mucho tiempo; pero, por su misericordia, Dios no se lo permite. Pero si los hombres volvieran su afecto hacia Dios, sin duda todos se salvarían, aunque por algunas faltas parecieran corregidos para la justicia. Pero ahora la mayoría de los hombres se han hecho enemigos de Dios, en cuyos corazones ha entrado el maligno, y ha desviado hacia sí el afecto que Dios Creador había implantado en ellos, para que lo tuvieran hacia Él. Pero de los demás, que por un tiempo parecieron estar vigilantes, el enemigo, apareciéndose en una fantasía de gloria y esplendor, y prometiéndoles ciertas cosas grandes y poderosas, ha hecho que su mente y su corazón se aparten de Dios; sin embargo, es por alguna razón justa que se le permite realizar estas cosas."

Capítulo 18. Responsabilidad de los hombres.

A esto respondió Aquila: "¿Cómo, pues, tienen culpa los hombres, si el malvado, transformándose en resplandor de luz, promete a los hombres cosas mayores que las que hace el Creador mismo?". Entonces Pedro respondió: "Creo", dijo, "que no hay nada más injusto que esto; y ahora escucha mientras te digo cuán injusto es. Si tu hijo, a quien has educado y criado con todo esmero y llevado a la condición de hombre, te fuera ingrato, te abandonara y se fuera con otro, a quien tal vez hubiera visto más rico, y le demostrara el honor que te debía, y, por la esperanza de un mayor provecho, renegara de su nacimiento y te negara tus derechos paternos, ¿te parecería esto justo o malo?". Entonces Aquila respondió: "Es evidente para todos que sería perverso". Entonces Pedro dijo: "Si dices que esto sería impío entre los hombres, ¡cuánto más lo es en el caso de Dios, que, por encima de todos los hombres, es digno del honor de los hombres; de cuyos beneficios no sólo gozamos, sino por cuyo medio y poder es que empezamos a ser cuando no éramos, y a quien, si nos place, obtendremos de Él ser para siempre bienaventurados! Por tanto, para que los infieles puedan distinguirse de los fieles, y los piadosos de los impíos, se ha permitido al malvado usar de aquellas artes por las que pueden probarse los afectos de cada uno hacia el verdadero Padre. Pero si hubiera en verdad algún Dios extraño, ¿sería justo dejar a nuestro propio Dios, que nos creó, y que es nuestro Padre y nuestro Hacedor, y pasar a otro?". "Dios no lo quiera", dijo Aquila. Entonces dijo Pedro: "¿Cómo, pues, diremos que el maligno es la causa de nuestro pecado, cuando esto se hace con permiso de Dios, para que sean probados y condenados en el día del juicio aquellos que, seducidos por mayores promesas, han abandonado su deber para con su verdadero Padre y Creador; mientras que los que han conservado la fe y el amor de su propio Padre, aun con la pobreza, si así ha sucedido, y con la tribulación, pueden gozar de dones celestiales y dignidades inmortales en su reino. Pero expondremos estas cosas más detenidamente en otra ocasión. Mientras tanto deseo saber qué hizo Simón después de esto".

Capítulo 19. Comienzo de la Disputa.

Y Niceta respondió: "Cuando se dio cuenta de que lo habíamos descubierto, habiéndonos hablado unos a otros de sus crímenes, lo dejamos y vinimos a Zaqueo, contándole las mismas cosas que ahora os hemos contado a vosotros. Pero él, recibiéndonos muy amablemente, e instruyéndonos acerca de la fe de nuestro Señor Jesucristo, nos inscribió en el número de los fieles." Cuando Niceta hubo terminado de hablar, entró Zaqueo, que había salido poco antes, diciendo: "Ya es hora, oh Pedro, de que te dirijas a la disputa; porque te espera una gran muchedumbre, reunida en el patio de la casa, en medio de la cual está Simón, sostenido por muchos asistentes." Entonces Pedro, al oír esto, ordenándome que me retirase para orar (pues aún no había sido lavado de los pecados que había cometido por ignorancia), dijo a los demás: "Hermanos, oremos para que Dios, por su indecible misericordia por medio de su Cristo, me ayude a salir en favor de la salvación de los hombres que han sido creados por él." Dicho esto, y habiendo orado, salió al patio de la casa, en el cual estaba reunida una gran multitud de gente; y cuando vio que todos le miraban atentamente en profundo silencio, y a Simón el Mago de pie en medio de ellos como un abanderado, comenzó de la manera siguiente.

Capítulo XX. El Reino de Dios y su Justicia.

La paz sea con todos vosotros que estáis dispuestos a dar vuestra mano derecha a la verdad: porque quienes la obedecen parecen en verdad conferir algún favor a Dios; mientras que ellos mismos obtienen de Él el don de su mayor generosidad, caminando por sus senderos de justicia. Por lo tanto, el primer deber de todos es investigar la justicia de Dios y su reino; Su justicia, para que se nos enseñe a actuar correctamente; su reino, para que sepamos cuál es la recompensa señalada para el trabajo y la paciencia; en cuyo reino hay ciertamente un otorgamiento de bienes eternos a los buenos, pero a aquellos que han actuado en contra de la voluntad de Dios, una digna imposición de castigos en proporción a las acciones de cada uno. Os conviene, pues, mientras estéis aquí -es decir, mientras estéis en la vida presente-, averiguar la voluntad de Dios, mientras tengáis también oportunidad de hacerla. Porque si alguno, antes de enmendar sus obras, quiere investigar acerca de cosas que no puede descubrir, tal investigación será insensata e ineficaz. Porque el tiempo es corto, y el juicio de Dios se ocupará de hechos, no de cuestiones. Por lo tanto, antes que nada, indaguemos sobre esto: qué o de qué manera debemos actuar para merecer obtener la vida eterna.

Capítulo 21. La Justicia, Camino al Reino.

"Porque si ocupamos el corto tiempo de esta vida con cuestiones vanas e inútiles, iremos sin duda a la presencia de Dios carentes y vacíos de buenas obras, cuando, como he dicho, nuestras obras serán sometidas a juicio. Porque cada cosa tiene su tiempo y su lugar. Éste es el lugar, éste el tiempo de las obras; el mundo venidero, el de las recompensas. Para que no nos enredemos, pues, cambiando el orden de los lugares y de los tiempos, preguntemos, en primer lugar, cuál es la justicia de Dios; para que, como personas que van a emprender un viaje, nos llenemos de buenas obras como de abundante provisión, a fin de que podamos llegar al reino de Dios, como a una ciudad muy grande. Porque para los que piensan rectamente, Dios se manifiesta aun por las operaciones del mundo que ha hecho, valiéndose de las pruebas de su creación; y, por tanto, puesto que no debe haber duda acerca de Dios, ahora sólo tenemos que inquirir acerca de su justicia y de su reino. Pero si nuestra mente nos sugiere hacer alguna indagación acerca de las cosas secretas y ocultas antes de indagar acerca de las obras de justicia, debemos darnos razón a nosotros mismos, porque obrando bien mereceremos obtener la salvación: entonces, yendo a Dios castos y limpios, seremos llenos del Espíritu Santo, y conoceremos todas las cosas secretas y ocultas, sin cavilación de preguntas; mientras que ahora, aunque alguno emplee toda su vida en inquirir estas cosas, no sólo no podrá hallarlas, sino que se envolverá en mayores errores, por no haber entrado primero por el camino de la justicia, y esforzarse por llegar al puerto de la vida. "

Capítulo 22. La justicia; qué es.

"Aconsejo, pues, que primero se investigue Su justicia, para que, prosiguiendo nuestro camino por ella, y colocados en la senda de la verdad, podamos encontrar al verdadero Profeta, corriendo no con presteza de pies, sino con bondad de obras, y que, gozando de Su guía, no corramos peligro de equivocar el camino. Porque si bajo Su guía merecemos entrar en esa ciudad a la que deseamos llegar, todas las cosas sobre las que ahora preguntamos las veremos con nuestros ojos, siendo hechos, por así decirlo, herederos de todas las cosas. Comprended, pues, que el camino es este curso de nuestra vida; los viajeros son los que hacen buenas obras; la puerta es el verdadero Profeta, de quien hablamos; la ciudad es el reino en que mora el Padre Todopoderoso, a quien sólo pueden ver los que son de corazón puro. No nos parezca, pues, duro el trabajo de este viaje, porque al fin del mismo habrá descanso. Porque también el verdadero Profeta, desde el principio del mundo y a lo largo de los tiempos, se apresura a descansar. Porque Él está presente con nosotros en todo momento; y si en algún momento es necesario, aparece y nos corrige, para llevar a la vida eterna a los que le obedecen. Por lo tanto, esta es mi opinión, como también es el placer del verdadero Profeta, que la investigación debe hacerse en primer lugar acerca de la justicia, por aquellos especialmente que profesan que conocen a Dios. Por tanto, si alguno tiene algo que proponer que le parezca mejor, que hable; y cuando haya hablado, que oiga, pero con paciencia y tranquilidad; porque para esto al principio, a modo de saludo, pedí paz para todos vosotros."

Capítulo 23. Simón rechaza la paz.

A esto respondió Simón: "No tenemos necesidad de vuestra paz; porque si hay paz y concordia, no podremos hacer ningún avance hacia el descubrimiento de la verdad. Porque los ladrones y los libertinos tienen paz entre sí, y toda maldad está de acuerdo consigo misma; y si nos hemos encontrado con esta opinión, de que por la paz debemos dar nuestro asentimiento a todo lo que se dice, no conferiremos ningún beneficio a los oyentes, sino que, por el contrario, les impondremos y nos iremos amigos. Por tanto, no invoquéis la paz, sino la batalla, que es la madre de la paz; y si podéis, exterminad los errores. Y no busquéis la amistad obtenida mediante admisiones injustas; pues esto quiero que sepáis, sobre todo, que cuando dos luchan entre sí, entonces habrá paz cuando uno haya sido derrotado y haya caído. Y, por tanto, luchad lo mejor que podáis, y no esperéis la paz sin guerra, que es imposible; o si se puede alcanzar, mostradnos cómo."

Capítulo 24. Explicación de Pedro.

A esto respondió Pedro: Escuchad con toda atención, oh hombres, lo que decimos. Supongamos que este mundo es una gran llanura, y que de dos estados, cuyos reyes están en desacuerdo entre sí, dos generales fueran enviados a luchar: y supongamos que el general del rey bueno diera este consejo, que ambos ejércitos se sometieran sin derramamiento de sangre a la autoridad del rey mejor, con lo cual todos estarían a salvo sin peligro; pero que el general contrario dijera: No, sino que debemos luchar; para que no reine el que es digno, sino el que es más fuerte, con los que escaparán;- ¿Cuál, os pregunto, preferiríais elegir? No dudo que daríais vuestras manos al mejor rey, con la seguridad de todos. Y no deseo ahora, como dice Simón que deseo, que se dé asentimiento, en aras de la paz, a las cosas que se dicen mal, sino que se busque la verdad con tranquilidad y orden.

Capítulo 25. Principios sobre los que debe conducirse la discusión.

"Porque algunos, en la contienda de las disputas, cuando perciben que su error ha sido refutado, comienzan inmediatamente, con el fin de hacer valer su retirada, a crear una perturbación, y a suscitar contiendas, para que no sea manifiesto a todos que han sido derrotados; y por lo tanto, con frecuencia ruego que la investigación del asunto en disputa se lleve a cabo con toda paciencia y tranquilidad, de modo que si por casualidad algo parece no estar bien dicho, se permita volver sobre ello, y explicarlo más claramente. Porque a veces una cosa puede ser dicha de una manera y oída de otra, mientras que o bien se adelanta demasiado oscuramente, o bien no se atiende con suficiente cuidado; y por esta razón deseo que nuestra conversación sea conducida pacientemente, de modo que ni uno se la arrebate al otro, ni el discurso inoportuno de uno contradiciendo interrumpa el discurso del otro; y que no abriguemos el deseo de encontrar faltas, sino que se nos permita, como ya he dicho, volver sobre lo que no se ha dicho con suficiente claridad, para que mediante el examen más justo el conocimiento de la verdad se haga más claro. Porque debemos saber que si alguien es vencido por la verdad, no es él quien es vencido, sino la ignorancia que hay en él, que es el peor de todos los demonios; de modo que el que puede expulsarla recibe la palma de la salvación. Porque es nuestro propósito beneficiar a los oyentes, no para que venzamos mal, sino para que seamos bien vencidos por el reconocimiento de la verdad. Porque si nuestro discurso está animado por el deseo de buscar la verdad, aunque hablemos algo imperfectamente por la fragilidad humana, Dios, en su indecible bondad, llenará secretamente en el entendimiento de los oyentes lo que falta. Porque Él es justo; y según el propósito de cada uno, Él permite a algunos encontrar fácilmente lo que buscan, mientras que a otros hace incluso oscuro lo que está ante sus ojos. Puesto, pues, que el camino de Dios es el camino de la paz, busquemos con paz las cosas que son de Dios. Si alguien tiene algo que adelantar en respuesta a esto, que lo haga; pero si no hay nadie que quiera responder, comenzaré a hablar yo, y yo mismo adelantaré lo que otro pueda objetarme, y lo refutaré."

Capítulo 26. La interrupción de Simón.

Cuando, pues, Pedro había comenzado a proseguir su discurso, Simón, interrumpiéndole, dijo "¿Por qué te apresuras a decir lo que te da la gana? Comprendo tus tretas. Quieres exponer los asuntos cuya explicación has estudiado bien, para que a la multitud ignorante le parezca que hablas bien; pero no te permitiré este subterfugio. Ahora, pues, ya que prometes, como hombre valiente, responder a todo lo que cualquiera decida plantear, ten la bondad de responderme a mí en primer lugar." Entonces Pedro dijo: "Estoy dispuesto, con tal de que nuestra discusión sea con paz". Entonces Simón dijo: "¿No ves, oh simplón, que al abogar por la paz actúas en oposición a tu Maestro, y que lo que propones no conviene a quien promete que derrocará la ignorancia? O, si tienes razón al pedir paz al público, entonces tu Maestro se equivocó al decir: 'No he venido a enviar paz a la tierra, sino espada'. Porque, o bien dices bien, y él no está bien; o bien, si tu Maestro dijo bien, tú no estás nada bien, pues no comprendes que tu afirmación es contraria a la suya, cuyo discípulo profesas ser."

Capítulo 27. Preguntas y respuestas.

Entonces Pedro: "Ni el que me envió hizo mal en enviar una espada sobre la tierra, ni yo actúo contrariamente a él al pedir la paz de los oyentes. Pero vosotros, de forma tan inepta como precipitada, encontráis defectos en lo que no entendéis: porque habéis oído que el Maestro no vino a enviar la paz a la tierra; pero que también dijo: 'Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados los mismos hijos de Dios', no lo habéis oído. Por lo tanto, mis sentimientos no difieren de los del Maestro cuando recomiendo la paz, a cuyos guardianes asignó la bienaventuranza." Entonces Simón dijo: "En tu deseo de responder por tu Maestro, oh Pedro, has presentado una acusación mucho más grave contra él, si él mismo no vino a hacer la paz, y sin embargo recomendó a los demás que la guardaran. ¿Dónde, pues, está la consistencia de aquel otro dicho suyo: 'basta al discípulo ser como su maestro'?".

Capítulo 28. Coherencia de la enseñanza de Cristo.

A esto respondió Pedro "Nuestro Maestro, que era el verdadero Profeta, y siempre consciente de sí mismo, ni se contradijo, ni nos ordenó nada distinto de lo que él mismo practicaba. Porque mientras Él decía: 'No he venido a enviar paz a la tierra, sino espada; y en adelante veréis al padre separado del hijo, al hijo del padre, al marido de la mujer y a la mujer del marido, a la madre de la hija y a la hija de la madre, al hermano del hermano, al suegro de la nuera, al amigo del amigo', todo esto contiene la doctrina de la paz; y os diré cómo. Al principio de su predicación, como queriendo invitar y conducir a todos a la salvación, e inducirlos a soportar con paciencia los trabajos y las pruebas, bendijo a los pobres, y les prometió que obtendrían el reino de los cielos por su resistencia a la pobreza, a fin de que bajo la influencia de tal esperanza soportaran con ecuanimidad el peso de la pobreza, despreciando la codicia; pues la codicia es uno, y el mayor, de los pecados más perniciosos. Pero también prometió que los hambrientos y los sedientos serían saciados con las bendiciones eternas de la justicia, a fin de que pudieran soportar la pobreza con paciencia y no se vieran inducidos por ella a emprender ninguna obra injusta. Del mismo modo, también dijo que los puros de corazón son bienaventurados, y que por ello deben ver a Dios, para que todo el que desee un bien tan grande pueda guardarse de pensamientos malos y contaminados."

Capítulo 29. Paz y contienda.

"Así, pues, nuestro Maestro, invitando a sus discípulos a la paciencia, les inculcó que la bendición de la paz había de conservarse también con el trabajo de la paciencia. Pero, por otra parte, se lamentaba de los que vivían en la riqueza y el lujo, que no daban nada a los pobres; demostrando que debían rendir cuentas, porque no se compadecían de sus prójimos, ni siquiera cuando estaban en la pobreza, a quienes debían amar como a sí mismos. Y con estas palabras hizo que algunos le obedecieran, pero a otros los volvió hostiles. Por tanto, a los creyentes y obedientes les ordena que tengan paz entre sí, y les dice: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". Pero a los que no sólo no creyeron, sino que se opusieron a Su doctrina, les proclama la guerra de la palabra y de la confutación, y les dice que 'de aquí en adelante veréis al hijo separado del padre, y al marido de la mujer, y a la hija de la madre, y al hermano del hermano, y a la nuera de la suegra, y los enemigos del hombre serán los de su propia casa'. Porque en toda casa, cuando empieza a haber diferencia entre creyente e incrédulo, hay necesariamente contienda: los incrédulos, por una parte, luchando contra la fe; y los creyentes, por otra, confutando en ellos el antiguo error y los vicios de los pecados."

Capítulo 30. Paz a los Hijos de la Paz.

"De la misma manera, también, durante el último período de Su enseñanza, Él hace la guerra contra los escribas y fariseos, acusándolos de malas obras y de doctrina errónea, y de ocultar la llave del conocimiento que ellos les habían transmitido de Moisés, por la cual se podía abrir la puerta del reino celestial. Pero cuando nuestro Maestro nos envió a predicar, nos ordenó que en cualquier ciudad o casa en que entráramos dijéramos: "Paz a esta casa". Y si hay allí un hijo de paz, vuestra paz vendrá sobre él; y si no lo hay, vuestra paz volverá a vosotros. También que, saliendo de aquella casa o ciudad, sacudamos sobre ellas el mismo polvo que se adhirió a nuestros pies. Pero será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que para esa ciudad o casa'. Esto, en efecto, ordenó que se hiciera finalmente, si primero se predicaba la palabra de verdad en la ciudad o casa, por lo cual los que recibieran la fe de la verdad podrían llegar a ser hijos de paz e hijos de Dios; y los que no la recibieran podrían ser condenados como enemigos de la paz y de Dios."

Capítulo 31. La paz y la guerra.

"Así, pues, nosotros, observando los mandamientos de nuestro Maestro, ofrecemos primero la paz a nuestros oyentes, para que el camino de la salvación sea conocido sin tumulto alguno. Pero si alguno no recibe las palabras de paz, ni acepta la verdad, sabemos dirigir contra él la guerra de la palabra, y reprenderle duramente confutando su ignorancia y cargando sobre él sus pecados. Por tanto, necesariamente ofrecemos la paz, para que si alguno es hijo de la paz, nuestra paz venga sobre él; pero de aquel que se hace enemigo de la paz, nuestra paz volverá a nosotros. No proponemos, pues, como tú dices, la paz por acuerdo con el impío, porque, en verdad, en seguida te hubiéramos dado la mano derecha; sino sólo para que, discutiendo tranquila y pacientemente, los oyentes puedan averiguar más fácilmente cuál es el discurso verdadero. Pero si discrepáis y estáis en desacuerdo con vosotros mismos, ¿cómo os sostendréis? El que está dividido en sí mismo, forzosamente ha de caer; porque todo reino dividido contra sí mismo no permanecerá. Si tienes algo que decir a esto, dilo".

Capítulo 32. El desafío de Simón.

Entonces dijo Simón: "Me asombra vuestra insensatez. Porque así propones las palabras de tu Maestro, como si se tuviera por cierto que es profeta; mientras que yo puedo probar muy fácilmente que muchas veces se contradijo. En resumen, te refutaré a partir de las palabras que tú mismo has presentado. Porque decís que dijo que todo reino o toda ciudad dividida en sí misma no subsistirá; y en otra parte decís que dijo que enviaría una espada para separar a los que están en una casa, de modo que el hijo sea dividido del padre, la hija de la madre, el hermano del hermano; de modo que si hay cinco en una casa, tres serán divididos contra dos, y dos contra tres. Si, pues, todo lo que está dividido cae, el que hace divisiones proporciona causas de caída; y si es tal, ciertamente es malvado. Responde a esto si puedes".

Capítulo 33. Autoridad.

Entonces Pedro: "No te apresures a protestar, oh Simón, contra las cosas que no entiendes. En primer lugar, responderé a tu afirmación de que expongo las palabras de mi Maestro, y a partir de ellas resuelvo cuestiones sobre las que todavía hay dudas. Nuestro Señor, cuando nos envió a los apóstoles a predicar, nos ordenó enseñar a todas las naciones las cosas que se nos habían encomendado. Por lo tanto, no podemos hablar esas cosas como fueron habladas por Él mismo. Porque nuestra comisión no es hablar, sino enseñar esas cosas, y a partir de ellas mostrar cómo cada una de ellas se apoya en la verdad. Tampoco se nos permite hablar nada propio. Porque somos enviados; y necesariamente el que es enviado entrega el mensaje como se le ha ordenado, y expone la voluntad del remitente. Si yo dijera algo distinto de lo que me ha ordenado el que me ha enviado, sería un falso apóstol, pues no diría lo que se me ha ordenado, sino lo que a mí me parece bien. Quien hace esto, evidentemente desea mostrarse mejor que aquel por quien es enviado, y sin duda es un traidor. Si, por el contrario, se atiene a lo que se le ha mandado y lo afirma con la mayor claridad, parecerá que está cumpliendo la obra de un apóstol; y es por esforzarme en cumplir esto por lo que os desagrado. No me culpéis, pues, porque expongo las palabras de Aquel que me envió. Pero si hay en ellas algo que no esté justamente dicho, tenéis libertad para rebatirme; pero esto no puede hacerse de ningún modo, porque Él es profeta, y no puede contradecirse a sí mismo. Pero si no creéis que sea profeta, que se investigue esto primero".

Capítulo 34. Orden de la prueba.

Entonces dijo Simón: "No tengo necesidad de aprender esto de ti, sino cómo estas cosas concuerdan entre sí. Porque si se demuestra que no concuerda, se demostrará al mismo tiempo que no es profeta." Luego dice Pedro: "Pero si primero se demuestra que es profeta, se seguirá que lo que parece incoherencia no es tal. Porque no se puede probar que alguien sea profeta sólo por la coherencia, porque es posible que muchos la alcancen; pero si la coherencia no hace profeta, mucho más no lo hace la incoherencia. Porque, por lo tanto, hay muchas cosas que a algunos les parecen inconsistentes, que sin embargo tienen consistencia en ellas en una investigación más profunda; como también otras cosas que parecen tener consistencia, pero que, siendo discutidas más cuidadosamente, se descubre que son inconsistentes; por esta razón no creo que haya mejor manera de juzgar de estas cosas que averiguar en primera instancia si Él es un profeta que ha hablado esas cosas que parecen ser inconsistentes. Porque es evidente que, si se le encuentra profeta, las cosas que parecen contradictorias deben tener consistencia, pero se malinterpretan. Sobre estas cosas, por lo tanto, se exigirán pruebas. Porque nosotros, los apóstoles, hemos sido enviados para exponer los dichos y afirmar los juicios de Aquel que nos ha enviado; pero no se nos ha comisionado para decir nada propio, sino para desplegar la verdad, como he dicho, de Sus palabras."

Capítulo 35. Cómo el error no puede con la verdad.

Entonces Simón dijo: "Instrúyenos, pues, cómo puede ser coherente que el que causa divisiones, cuyas divisiones hacen caer a los que están divididos, pueda parecer bueno o haber venido para la salvación de los hombres." Entonces Pedro dijo: "Os diré cómo nuestro Maestro dijo que todo reino y toda casa dividida contra sí misma no puede subsistir; y considerando que Él mismo hizo esto, ved cómo sirve para la salvación. Por la palabra de verdad Él ciertamente divide el reino del mundo, que está fundado en el error, y cada casa en él, para que el error caiga, y la verdad reine. Pero si a alguna casa le sucede que el error, siendo introducido por alguien, divide la verdad, entonces, donde el error ha ganado terreno, es seguro que la verdad no puede permanecer." Entonces Simón dijo: "Pero es incierto si tu maestro divide el error o la verdad." Entonces Pedro: "Eso pertenece a otra cuestión; pero si estáis de acuerdo en que todo lo que se divide cae, resta que yo demuestre, con tal que oigáis en paz, que nuestro Jesús ha dividido y disipado el error enseñando la verdad."

Capítulo 36. Altercado.

Entonces dijo Simón: "No repitas una y otra vez tu discurso de paz, sino expón brevemente qué es lo que piensas o crees." Pedro respondió: "¿Por qué temes oír con frecuencia hablar de paz? ¿No sabes que la paz es la perfección de la ley? Porque las guerras y las disputas nacen de los pecados; y donde no hay pecado, hay paz del alma; pero donde hay paz, la verdad se encuentra en las disputas, la justicia en las obras." Entonces Simón: "Me parece que no eres capaz de profesar lo que piensas." Entonces Pedro: "Hablaré, pero según mi propio juicio, no bajo la coacción de vuestras astucias. Porque deseo que lo que es saludable y provechoso llegue al conocimiento de todos, y por eso no tardaré en exponerlo lo más brevemente posible. Hay un solo Dios; y Él es el creador del mundo, un juez justo, que da a cada uno en un momento u otro según sus obras. Pero ahora, para la afirmación de estas cosas, sé que pueden invocarse incontables miles de palabras."

Capítulo 37. La sutileza de Simón.

Entonces Simón dijo: "Admiro, en verdad, la rapidez de tu ingenio, sin embargo no abrazo el error de tu fe. Pues has previsto sabiamente que se te puede contradecir; e incluso has confesado cortésmente que para la afirmación de estas cosas se necesitarán innumerables miles de palabras, pues nadie está de acuerdo con la profesión de tu fe. En resumen, en cuanto a que hay un solo Dios y el mundo es obra suya, ¿quién puede aceptar esta doctrina? Creo que ni uno solo de los paganos, aunque sea indocto, y ciertamente ninguno de los filósofos; pero ni siquiera el más rudo y miserable de los judíos, ni yo mismo, que conozco bien su ley." Entonces Pedro dijo: "Deja a un lado las opiniones de los que no están aquí, y dinos cara a cara cuál es la tuya." Entonces Simón dijo: "Puedo decir lo que realmente pienso; pero esta consideración me hace reacio a hacerlo, que si digo lo que ni es aceptable para vosotros, ni parece correcto a esta chusma inexperta, vosotros en verdad, como confundidos, cerraréis inmediatamente vuestros oídos, para que no sean contaminados con blasfemia, y huiréis porque no podéis encontrar una respuesta; mientras que el populacho irrazonable os asentirá, y os abrazará como a uno que enseña las cosas que comúnmente se reciben entre ellos; y me maldecirá, por profesar cosas nuevas e inauditas, e inculcar mi error en las mentes de los demás.

Capítulo 38. El Credo de Simón.

Entonces Pedro: "¿No os valéis de largos preámbulos, como nos acusasteis de hacer, porque no tenéis ninguna verdad que exponer? Pues si la tienes, comienza sin circunloquios, si tanta confianza tienes. Y si, en efecto, lo que dices desagrada a alguno de los oyentes, se retirará; y los que queden se verán obligados por tu afirmación a aprobar lo que es verdad. Comienza, pues, a exponer lo que te parezca justo". Entonces Simón dijo: "Yo digo que hay muchos dioses; pero que hay uno incomprensible y desconocido de todos, y que es el Dios de todos estos dioses." Entonces Pedro respondió: "Este Dios que tú afirmas que es incomprensible y desconocido de todos, ¿puedes probar su existencia por las Escrituras de los judíos, que se consideran de autoridad, o por otras que todos ignoramos, o por los autores griegos, o por tus propios escritos? Ciertamente estás en libertad de hablar de cualquier escrito que te plazca, pero primero muestra que son proféticos; porque así su autoridad será puesta en duda."

Capítulo 39. Argumento a favor del politeísmo.

Entonces Simón dijo: "Haré uso de afirmaciones de la ley de los judíos solamente. Porque es manifiesto a todos los que se interesan por la religión, que esta ley es de autoridad universal, pero que cada uno recibe el entendimiento de esta ley según su propio juicio. Porque ha sido escrita de tal manera por Aquel que creó el mundo, que la fe de las cosas se hace depender de ella. De donde, ya sea que alguno quiera exponer la verdad, ya sea que alguno quiera exponer la falsedad, ninguna afirmación será recibida sin esta ley. Por lo tanto, en la medida en que mi conocimiento está más plenamente de acuerdo con la ley, he declarado con razón que hay muchos dioses, de los cuales uno es más eminente que el resto, e incomprensible, incluso Aquel que es Dios de dioses. Pero que hay muchos dioses, me lo informa la misma ley. Porque, en primer lugar, lo dice en el pasaje en el que uno en figura de serpiente habla a Eva, la primera mujer: "El día que comáis del árbol de la ciencia del bien y del mal, seréis como dioses", es decir, como los que hicieron al hombre; y después de que hayan probado del árbol, Dios mismo da testimonio, diciendo al resto de los dioses: "Mirad, Adán se ha hecho como uno de nosotros"; así, pues, es manifiesto que hubo muchos dioses comprometidos en la creación del hombre. Además, mientras que al principio Dios dijo a los otros dioses: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza'; también su dicho: 'Expulsémoslo'; y otra vez: 'Venid, descendamos y confundamos su lenguaje'; todo esto indica que hay muchos dioses. Pero esto también está escrito, 'No maldecirás a los dioses, ni maldecirás al jefe de tu pueblo;' y otra vez esta escritura, 'Sólo Dios los guiaba, y no había dios extraño con ellos,' muestra que hay muchos dioses. Hay también muchos otros testimonios que podrían aducirse de la ley, no sólo oscuros, sino claros, por los cuales se enseña que hay muchos dioses. Uno de ellos fue elegido por sorteo, para que fuera el dios de los judíos. Pero no es de él de quien hablo, sino de aquel Dios que es también su Dios, a quien ni los mismos judíos conocían. Porque no es su Dios, sino el Dios de los que le conocen".

Capítulo 40. Respuesta de Pedro.

Al oír esto, Pedro respondió "No temas, Simón, porque no hemos cerrado los oídos ni hemos huido, sino que respondemos con palabras de verdad a lo que tú has dicho falsamente, afirmando en primer lugar que hay un solo Dios, el Dios de los judíos, que es el único Dios, el Creador del cielo y de la tierra, que es también el Dios de todos los que vosotros llamáis dioses. Si, pues, os muestro que ninguno es superior a Él, sino que Él mismo está por encima de todos, confesaréis que vuestro error está por encima de todos." Entonces Simón dijo: "¿Por qué, en efecto, aunque yo no quisiera confesarlo, no me acusarían los oyentes que están a mi lado de no querer profesar las cosas que son verdaderas?".

Capítulo 41. La respuesta, continuación.

"Escucha, pues -dice Pedro-, para que sepas, en primer lugar, que aunque haya muchos dioses, como tú dices, están sometidos al Dios de los judíos, a quien nadie es igual, a quien nadie puede ser mayor; porque está escrito que el profeta Moisés habló así a los judíos: 'El Señor tu Dios es el Dios de los dioses, y el Señor de los señores, el Dios grande'.' Así, aunque hay muchos que se llaman dioses, sólo Aquel que es el Dios de los judíos es llamado el Dios de los dioses. Porque no todo el que se llama Dios es necesariamente Dios. En efecto, incluso Moisés es llamado dios para el Faraón, y es cierto que era un hombre; y los jueces eran llamados dioses, y es evidente que eran mortales. También los ídolos de los gentiles son llamados dioses, y todos sabemos que no lo son; pero esto ha sido infligido como castigo a los impíos, para que por no reconocer al verdadero Dios, consideren como Dios cualquier forma o imagen que se les ocurra. Como se negaron a recibir el conocimiento de Aquel que, como he dicho, es Dios de todos, por eso se les permite tener por dioses a quienes nada pueden hacer por sus adoradores. Porque ¿qué pueden conferir a los hombres las imágenes muertas o las criaturas vivientes, puesto que el poder de todas las cosas está en Uno?

Capítulo 42. Los Ángeles Custodios.

Por tanto, el nombre de Dios se aplica de tres maneras: o porque aquel a quien se da es verdaderamente Dios, o porque es el siervo de aquel que lo es verdaderamente; y para honor del que envía, a fin de que su autoridad sea plena, el que es enviado es llamado por el nombre de aquel que envía, como se hace a menudo con respecto a los ángeles: pues cuando se aparecen a un hombre, si es un hombre sabio e inteligente, pregunta el nombre de aquel que se le aparece, a fin de reconocer a la vez el honor del enviado y la autoridad del que envía. Porque cada nación tiene un ángel, a quien Dios ha encomendado el gobierno de esa nación; y cuando uno de éstos aparece, aunque sea considerado y llamado Dios por aquellos sobre quienes preside, sin embargo, al ser preguntado, no da tal testimonio de sí mismo. Porque el Dios Altísimo, que es el único que tiene el poder de todas las cosas, ha dividido todas las naciones de la tierra en setenta y dos partes, y sobre éstas ha nombrado príncipes a los ángeles. Pero al que entre los arcángeles es el más grande, le fue confiado el gobierno de aquellos que, antes que todos los demás, recibieron la adoración y el conocimiento del Dios Altísimo. Pero también los hombres santos, como hemos dicho, son hechos dioses para los impíos, por haber recibido sobre ellos el poder de la vida y de la muerte, como hemos mencionado anteriormente con respecto a Moisés y a los jueces. Por lo cual también está escrito acerca de ellos: 'No maldecirás a los dioses, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo'. Así los príncipes de las diversas naciones son llamados dioses. Pero Cristo es Dios de los príncipes, que es Juez de todos. Por tanto, ni los ángeles, ni los hombres, ni ninguna criatura, pueden ser verdaderamente dioses, por cuanto están sometidos a autoridad, por ser creados y mudables: los ángeles, porque no eran y son; los hombres, porque son mortales; y toda criatura, porque es capaz de disolverse, con tal que la disuelva Aquel que la hizo. Y, por tanto, sólo Él es el verdadero Dios, que no sólo vive Él mismo, sino que también otorga vida a los demás, que también puede quitar cuando le place.

Capítulo 43. No hay más Dios que Yahvé.

Por lo cual la Escritura exclama en nombre del Dios de los judíos, diciendo: 'He aquí, he aquí que yo soy Dios, y no hay otro fuera de mí; mataré, y daré vida; heriré, y sanaré; y no hay quien pueda librar de mis manos'. Ved, pues, cómo, por alguna virtud inefable, la Escritura, oponiéndose a los futuros errores de los que afirmaran que ni en el cielo ni en la tierra hay otro dios fuera de Aquel que es el Dios de los judíos, decide así: El Señor tu Dios es un solo Dios, arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro fuera de Él". ¿Cómo, pues, te has atrevido a decir que hay otro Dios fuera de Aquel que es el Dios de los judíos? Y otra vez dice la Escritura: 'He aquí, del Señor tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra y todas las cosas que hay en ellos; sin embargo, yo elegí a tus padres para amarlos a ellos y a ti después de ellos'. Así pues, la Escritura apoya por todos lados la sentencia de que Aquel que creó el mundo es el verdadero y único Dios.

Capítulo 44. La serpiente, autora del politeísmo.

Pero aunque haya otros, como hemos dicho, que se llamen dioses, están bajo el poder del Dios de los judíos; porque así dice la Escritura a los judíos: 'El Señor nuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores'. Sólo a él manda la Escritura que se le adore, diciendo: 'Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él servirás'; y: 'Escucha, Israel: el Señor tu Dios es un solo Dios'. Y también los santos, llenos del Espíritu de Dios y empapados con las gotas de su misericordia, clamaban diciendo: '¿Quién como Tú entre los dioses? Señor, ¿quién como Tú? Y también: '¿Quién es Dios, sino el Señor; y quién es Dios, sino nuestro Señor? Por eso Moisés, al ver que el pueblo avanzaba, lo inició poco a poco en la comprensión de la monarquía y en la fe de un solo Dios, como dice en las siguientes palabras: No mencionaréis nombres de dioses ajenos", recordando sin duda el castigo con que fue castigada la serpiente que primero nombró dioses. Pues está condenada a alimentarse de polvo, y se la juzga digna de tal alimento, por esta causa, que fue la primera en introducir el nombre de dioses en el mundo. Pero si tú también quieres introducir muchos dioses, procura no participar de la perdición de la serpiente.

Capítulo 45. El Politeísmo Inexcusable.

Pues estad seguros de que no nos haréis partícipes de este intento, ni permitiremos que nos engañéis. Porque no nos servirá de excusa en el juicio, si decimos que nos engañasteis; porque tampoco podía excusar a la primera mujer, el haber creído infelizmente a la serpiente; sino que fue condenada a muerte, por haber creído mal. Por esta causa, pues, Moisés, recomendando también al pueblo la fe de un solo Dios, dice: 'Guárdate de no ser seducido del Señor tu Dios'. Obsérvese que emplea la misma palabra de la que también se valió la primera mujer para excusarse, diciendo que había sido seducida; pero de nada le sirvió. Pero por encima de todo esto, aunque surgiera algún profeta verdadero, que hiciera señales y milagros, pero que quisiera persuadirnos a adorar a otros dioses además del Dios de los judíos, nunca podríamos creerle. Porque así nos lo ha enseñado la ley divina, transmitiendo un mandato secreto más puramente por medio de la tradición, pues así dice: 'Si se levantare entre vosotros un profeta, o un soñador, y os diere señales o prodigios, y estas señales o prodigios se hicieren, y él os dijere: Vayamos y adoremos dioses ajenos, que vosotros no conocéis; no oiréis las palabras de aquel profeta, ni el sueño de aquel soñador, porque probándoos os ha probado, para ver si amáis al Señor vuestro Dios'.

Capítulo 46. Cristo Reconoció al Dios de los Judíos.

"Por lo cual también nuestro Señor, que hacía señales y prodigios, predicaba al Dios de los judíos; y por eso tenemos razón en creer lo que predicaba. Pero en cuanto a ti, aunque realmente fueras profeta y realizaras señales y prodigios, como prometes hacer, si anunciaras otros dioses además de Aquel que es el Dios verdadero, sería manifiesto que fuiste levantado como una prueba para el pueblo de Dios; y por lo tanto de ninguna manera se te puede creer. Porque sólo Él es el Dios verdadero, que es el Dios de los judíos; y por esta razón nuestro Señor Jesucristo no les enseñó que debían buscar a Dios, pues a Él ya lo conocían bien, sino que debían buscar su reino y su justicia, que los escribas y fariseos, habiendo recibido la llave del conocimiento, no habían cerrado, sino excluido. Porque si hubiesen ignorado al Dios verdadero, ciertamente nunca habría dejado el conocimiento de esta cosa, que era la principal de todas, y les reprochaba cosas pequeñas e insignificantes, como ensanchar sus flecos, y reclamar las salas superiores en las fiestas, y orar de pie en las calzadas, y cosas semejantes; las cuales ciertamente, en comparación de esta gran acusación, la ignorancia de Dios, parecen ser cosas pequeñas e insignificantes."

Capítulo 47. El Cavil de Simón.

A esto replicó Simón: "De las palabras de tu maestro te refutaré, porque incluso él presenta a todos los hombres un cierto Dios que era conocido. Pues aunque Adán conoció al Dios creador y hacedor del mundo, y Enoc lo conoció por haber sido trasladado por él, y Noé por haberle ordenado construir el arca, y aunque Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y todos los pueblos y naciones conocen al hacedor del mundo y confiesan que es Dios, vuestro Jesús, que apareció mucho después que los patriarcas, dice: 'Nadie conoce al Hijo, sino el Padre': Nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo ha querido revelárselo. ' Así, pues, hasta vuestro Jesús confiesa que hay otro Dios, incomprensible y desconocido de todos."

Capítulo 48. Respuesta de Pedro.

Entonces Pedro dice: "No te das cuenta de que estás haciendo afirmaciones en oposición a ti mismo. Porque si nuestro Jesús también conoce a Aquel a quien tú llamas Dios desconocido, entonces no es conocido sólo por ti. Sí, si nuestro Jesús lo conoce, tampoco Moisés, que profetizó la venida de Jesús, podía ignorarlo. Porque era profeta; y el que profetizó del Hijo, sin duda conocía al Padre. Porque si está en la facultad del Hijo revelar el Padre a quien Él quiere, entonces el Hijo, que ha estado con el Padre desde el principio y a través de todas las generaciones, así como reveló el Padre a Moisés, así también a los otros profetas; pero si esto es así, es evidente que el Padre no ha sido desconocido para ninguno de ellos. Pero ¿cómo podría ser revelado el Padre a vosotros, que no creéis en el Hijo, puesto que el Padre no es conocido sino por aquel a quien el Hijo se complace en revelárselo? Pero el Hijo revela al Padre a los que honran al Hijo como honran al Padre".

Capítulo 49. La Luz Suprema.

Entonces Simón dijo: "Recuerda que has dicho que Dios tiene un hijo, lo cual le hace mal; pues ¿cómo puede tener un hijo, a menos que esté sujeto a las pasiones, como los hombres o los animales? Pero sobre estos puntos no hay tiempo ahora para mostrar tu profunda locura, pues me apresuro a hacer una declaración acerca de la inmensidad de la luz suprema; así que ahora escucha. Mi opinión es que existe un cierto poder de luz inmensa e inefable, cuya grandeza puede considerarse incomprensible, poder del que incluso el hacedor del mundo es ignorante, y Moisés el legislador, y Jesús vuestro maestro."

Capítulo 50. La presunción de Simón.

Entonces Pedro: "¿No os parece una locura que alguien se atreva a afirmar que hay otro Dios que el Dios de todos; y que diga que supone que hay un cierto poder, y se atreva a afirmar esto a otros, antes de estar él mismo seguro de lo que dice? ¿Hay alguien tan temerario como para creer en tus palabras, de las que ve que tú mismo dudas, y admitir que hay un cierto poder desconocido para Dios el Creador, y para Moisés, y los profetas, y la ley, e incluso para Jesús nuestro Maestro, poder que es tan bueno, que no se dará a conocer a nadie más que a uno solo, y ese uno como tú? Entonces, además, si ese es un nuevo poder, ¿por qué no nos confiere algún nuevo sentido, además de los cinco que poseemos, para que por ese nuevo sentido, otorgado a nosotros por él, podamos ser capaces de recibir y entender lo que es nuevo? O si no puede otorgarnos tal sentido, ¿cómo te lo ha otorgado a ti? O si se os ha revelado a vosotros, ¿por qué no también a nosotros? Pero si tú mismo entiendes cosas que ni siquiera los profetas fueron capaces de percibir o entender, ven, dinos lo que cada uno de nosotros está pensando ahora; porque si hay tal espíritu en ti que conoces las cosas que están por encima de los cielos, que son desconocidas para todos e incomprensibles para todos, mucho más fácilmente conoces los pensamientos de los hombres sobre la tierra. Pero si no podéis conocer los pensamientos de los que estamos aquí, ¿cómo podéis decir que conocéis las cosas que, según afirmáis, nadie conoce?".

Capítulo 51. El Sexto Sentido.

"Pero creedme, que nunca podríais saber lo que es la luz a menos que hubierais recibido tanto la visión como el entendimiento de la luz misma; así también en otras cosas. Por lo tanto, habiendo recibido el entendimiento, estáis enmarcando en la imaginación algo más grande y más sublime, como si estuvierais soñando, pero derivando todos vuestros indicios de esos cinco sentidos, a cuyo Dador no estáis agradecidos. Pero ten por seguro que hasta que no encuentres algún nuevo sentido que esté más allá de esos cinco de los que todos disfrutamos, no podrás afirmar la existencia de un nuevo Dios." Entonces Simón respondió: "Puesto que todas las cosas que existen están de acuerdo con esos cinco sentidos, ese poder que es más excelente que todos no puede añadir nada nuevo." Entonces Pedro dijo: "Es falso; porque hay también un sexto sentido, a saber, el de la presciencia: pues esos cinco sentidos son capaces de conocimiento, pero el sexto es el de la presciencia: y esto lo poseían los profetas. ¿Cómo, pues, podéis conocer a un Dios desconocido para todos, si no conocéis el sentido profético, que es el de la presciencia?". Entonces Simón comenzó a decir: "Este poder del que hablo, incomprensible y más excelente que todos, ay, incluso que ese Dios que hizo el mundo, no lo ha conocido ninguno de los ángeles, ni de los demonios, ni de los judíos, es más, ni ninguna criatura que subsista por medio de Dios creador. ¿Cómo, pues, podría la ley de ese creador enseñarme lo que el creador mismo no sabía, puesto que ni la ley misma lo sabía, para poder enseñarlo?"

Capítulo 52. Reductio Ad Absurdum

Entonces Pedro dijo: "Me pregunto cómo has podido aprender de la ley más de lo que la ley era capaz de saber o enseñar; y cómo dices que aduces pruebas de la ley de las cosas que te complaces en afirmar, cuando declaras que ni la ley, ni Aquel que dio la ley -es decir, el Creador del mundo- sabe esas cosas de las que hablas. Pero esto también me maravilla, cómo tú, que eres el único que sabe estas cosas, debes estar aquí ahora con todos nosotros, circunscrito por los límites de este pequeño tribunal." Entonces Simón, viendo que Pedro y toda la gente se reían, dijo: "¿Te ríes, Pedro, mientras se discuten asuntos tan grandes y elevados?". Entonces dijo Pedro: "No te enfurezcas, Simón, porque no hacemos más que cumplir nuestra promesa: pues ni nos hemos tapado los oídos, como tú has dicho, ni nos hemos puesto en fuga en cuanto te hemos oído exponer tus cosas inconfesables, sino que ni siquiera nos hemos movido del lugar. En efecto, ni siquiera expones cosas que se parezcan a la verdad, lo que podría asustarnos en cierta medida. Sin embargo, en todo caso, revélanos el significado de este dicho, cómo de la ley has aprendido de un Dios a quien la ley misma no conoce, y de quien el que dio la ley es ignorante." Entonces Simón dijo: "Si te has reído, lo probaré con afirmaciones claras". Entonces Pedro dijo: "Ciertamente cederé, para que aprenda de ti cómo has aprendido de la ley lo que ni la ley ni el mismo Dios de la ley conocen."

Capítulo 53. La Blasfemia de Simón.

Entonces dice Simón: "Escucha: es manifiesto a todos, y comprobado de una manera de la que no se puede dar cuenta, que hay un Dios, que es mejor que todos, de quien todo lo que es tuvo su principio; de donde también por necesidad, todas las cosas que son después de él están sujetas a él, como el principal y más excelente de todos. Por tanto, cuando comprobé que el Dios que creó el mundo, según lo que enseña la ley, es débil en muchos aspectos, siendo así que la debilidad es totalmente incompatible con un Dios perfecto, y vi que no es perfecto, concluí necesariamente que hay otro Dios que es perfecto. Pues este Dios, como he dicho, según lo que enseña la escritura de la ley, se muestra débil en muchas cosas. En primer lugar, porque el hombre que formó no fue capaz de permanecer tal como él había querido que fuera; y porque no puede ser bueno quien dio una ley al primer hombre: que comiera de todos los árboles del paraíso, pero que no tocara el árbol del conocimiento; y si comía de él, moriría. Porque, ¿por qué le prohibió comer, sabiendo lo que es bueno y lo que es malo, para que, sabiéndolo, evitase lo malo y escogiese lo bueno? Pero no se lo permitió; y porque comió violando el mandamiento, y descubrió lo que es bueno, y aprendió por amor al honor a cubrir su desnudez (porque percibió que era indecoroso permanecer desnudo ante su Creador), condena a muerte al que había aprendido a honrar a Dios, y maldice a la serpiente que le había mostrado estas cosas. Pero, en verdad, si el hombre iba a ser dañado por este medio, ¿por qué colocó la causa del daño en el paraíso? Pero si lo que colocó en el paraíso era bueno, no corresponde al que es bueno impedir a otro que haga el bien."

Capítulo 54. Cómo Simón aprendió de la Ley lo que la Ley no enseña.

"Así pues, puesto que el que hizo al hombre y al mundo es, según lo que relata la ley, imperfecto, se nos da a entender, sin duda, que hay otro que es perfecto. Porque es necesario que haya uno que sea el más excelente de todos, por cuya causa también cada criatura mantiene su rango. De donde también yo, sabiendo que es necesario que haya alguien más benigno y más poderoso que ese Dios imperfecto que dio la ley, entendiendo lo que es perfecto por comparación de lo imperfecto, entendí incluso de la Escritura ese Dios que no se menciona allí. Y así pude, oh Pedro, aprender de la ley lo que la ley no sabía. Pero aunque la ley no hubiera dado indicaciones de las que se pudiera deducir que el Dios que hizo el mundo es imperfecto, me fue posible inferir de los males que se cometen en este mundo y que no se corrigen, o bien que su creador es impotente, si no puede corregir lo que se hace mal; o bien, si no quiere eliminar los males, que él mismo es malo; pero si no puede ni quiere, que no es ni poderoso ni bueno. Y de esto no puede sino concluirse que hay otro Dios más excelente y más poderoso que todos. Si tienes algo que decir a esto, dilo".

Capítulo 55. Las objeciones de Simón se vuelven contra sí mismo.

Respondió Pedro: "Oh Simón, suelen concebir tales absurdos contra Dios quienes no leen la ley con la instrucción de maestros, sino que se tienen por maestros, y piensan que pueden entender la ley, aunque no se la haya explicado quien ha aprendido del Maestro. Ahora bien, para que parezca que también nosotros seguimos el libro de la ley según vuestra comprensión de él, ya que decís que el creador del mundo se muestra impotente y malvado, ¿cómo es que no veis que ese poder vuestro, que decís que es superior a todo, fracasa y yace bajo los mismos cargos? Porque lo mismo puede decirse de él, que o es impotente, puesto que no corrige las cosas que aquí se hacen mal; o si puede y no quiere, es malo; o si no puede ni quiere, entonces es a la vez impotente e imperfecto. De donde ese nuevo poder tuyo no sólo se encuentra sujeto a una acusación similar, sino incluso a una peor, si, además de todas estas cosas, se cree que lo es, cuando no lo es. Pues Aquel que creó el mundo, Su existencia se manifiesta por Su misma operación al crear el mundo, como tú mismo también confiesas. Pero este poder que dices que sólo tú conoces, no ofrece ningún indicio de sí mismo, por el cual pudiéramos percibir, al menos, que es y subsiste."

Capítulo 56. Ningún Dios por encima del Creador.

"¿Qué clase de conducta sería, entonces, que abandonáramos a Dios, en cuyo mundo vivimos y disfrutamos de todas las cosas necesarias para la vida, y siguiéramos a no sé quién, de quien no sólo no obtenemos ningún bien, sino que ni siquiera podemos saber que existe? Ni existe verdaderamente. Porque si le llamas luz, y más brillante que la luz que vemos, tomas prestado ese mismo nombre del Creador del mundo; o si dices que es una sustancia por encima de todo, derivas de Él la idea con ampliación del discurso. Si mencionas la mente, o la bondad, o la vida, o cualquier otra cosa, tomas prestadas las palabras de Él. Puesto que, entonces, no tienes nada nuevo con respecto a ese poder del que hablas, no sólo en cuanto al entendimiento, sino incluso con respecto a nombrarlo, ¿cómo introduces un nuevo Dios, para el que ni siquiera puedes encontrar un nuevo nombre? Pues no sólo se llama Poder al Creador del mundo, sino incluso a los ministros de su gloria y a toda la hueste celestial. ¿No os parece, pues, mejor que sigamos a nuestro Dios Creador, como a un Padre que nos forma y nos dota como Él sabe? Pero si, como dices, hay algún Dios más benigno que todos, es seguro que no se enojará con nosotros; o si se enoja, es malo. Porque si nuestro Dios se enoja y castiga, no es malo, sino justo, pues corrige y enmienda a sus propios hijos. Pero el que no se ocupa de nosotros, si nos castiga, ¿cómo va a ser bueno? Infligiéndonos castigos porque no hemos sido atraídos por vanas imaginaciones a abandonar a nuestro propio Padre y seguirle, ¿cómo puedes afirmar que es tan bueno, cuando ni siquiera se le puede considerar justo?"

Capítulo 57. La incoherencia de Simón.

Entonces Simón: "¿Hasta tal punto yerras, Pedro, que no sabes que nuestras almas fueron hechas por ese Dios bueno, el más excelente de todos, pero que han sido bajadas como cautivas a este mundo?". A esto respondió Pedro: "Luego no es desconocido de todos, como has dicho hace poco; y sin embargo, ¿cómo permitió el buen Dios que sus almas fuesen llevadas cautivas, si es un poder sobre todos?". Entonces Simón dijo: "Envió a Dios creador a hacer el mundo; y él, cuando lo hubo hecho, dio a conocer que él mismo era Dios". Entonces Pedro dijo: "Luego no es, como tú has dicho, desconocido de Aquel que hizo el mundo; ni le ignoran las almas, si es que le fueron robadas. ¿Para quién, pues, puede ser desconocido, si tanto el Creador del mundo lo conoce, como habiendo sido enviado por él; y todas las almas lo conocen, como habiendo sido violentamente retiradas de él? Además, me gustaría que nos dijeras si el que envió al creador del mundo no sabía que no guardaría la fe. Porque si no lo sabía, entonces no fue previsor; mientras que si lo previó y lo sufrió, él mismo es culpable de este hecho, puesto que no lo impidió; pero si no pudo, entonces no es omnipotente. Pero si, conociéndolo como bueno, no lo prohibió, se encuentra que es mejor, quien presumió hacer lo que el que lo envió no sabía que era bueno."

Capítulo 58. El Dios injusto de Simón.

Entonces Simón dijo: "Recibe a los que quieren venir a él, y les hace bien". Pedro respondió: "Pero esto no tiene nada de nuevo, pues también lo hace aquel a quien tú reconoces como Creador del mundo." Entonces Simón: "Pero el Dios bueno concede la salvación si sólo se le reconoce; pero el creador del mundo exige también que se cumpla la ley." Entonces dijo Pedro: "¡Salva a los adúlteros y a los asesinos de hombres, si le conocen; pero a las personas buenas, sobrias y misericordiosas, si no le conocen, como consecuencia de no tener información acerca de él, no las salva! Grande y bueno es en verdad aquel a quien proclamas, que no es tanto el salvador de los malos, como el que no tiene piedad de los buenos." Luego Simón: "Verdaderamente es muy difícil que el hombre le conozca, mientras está en la carne; porque más negro que todas las tinieblas, y más pesado que todo el barro, es este cuerpo con que está rodeada el alma." Luego dice Pedro: "Ese buen Dios tuyo exige cosas difíciles; pero Aquel que es verdaderamente Dios busca cosas más fáciles. Dejadle, pues, ya que es tan bueno, que nos deje con nuestro Padre y Creador; y cuando una vez salgamos del cuerpo, y dejemos esa oscuridad de que habláis, le conoceremos más fácilmente; y entonces el alma comprenderá mejor que Dios es su Creador, y permanecerá con Él, y no se acosará más con diversas imaginaciones, ni querrá entregarse a otro poder, que nadie conoce sino sólo Simón, y que es de tal bondad que nadie puede llegar a él, a no ser que antes sea culpable de impiedad para con su propio padre. No sé cómo puede llamarse bueno o justo este poder, al que nadie puede complacer si no es actuando impíamente hacia aquel por quien fue hecho."

Capítulo 59. El Creador Nuestro Padre.

Luego Simón: "No es impío para mayor provecho y ventaja huir a aquel que es de más rica gloria." Luego Pedro: "Si, como tú dices, no es impío huir a un extraño, en todo caso es mucho más piadoso permanecer con nuestro propio padre, aunque sea pobre. Pero si a ti no te parece impío dejar a nuestro padre y huir a otro, por ser mejor que él, y no crees que nuestro Creador lo tome a mal, mucho menos se enojará el buen Dios porque, siendo extraños para él, no hayamos huido a él, sino que nos hayamos quedado con nuestro propio Creador. Sí, creo que más bien nos alabará por esto, por haber mantenido la fe en Dios, nuestro Creador; porque considerará que, si hubiéramos sido sus criaturas, nunca nos habríamos dejado seducir por las seducciones de ningún otro para abandonarle. Porque si alguno, seducido por promesas más ricas, deja a su propio padre y se va con un extraño, puede ser que a su vez lo deje y se vaya con otro que le prometa cosas mayores, y esto tanto más cuanto que no es su hijo, ya que podría dejar incluso a quien por naturaleza era su padre." Entonces Simón dijo: "Pero, ¿y si las almas son de él, y no le conocen, y él es verdaderamente su padre?".

Capítulo 60. El Creador el Dios Supremo.

Entonces Pedro dijo: "Lo representas como bastante débil. Pues si, como decís, es más poderoso que todos, nunca podrá creerse que el más débil arrancó el botín al más fuerte. O si Dios Creador pudo, por medio de la violencia, hacer descender las almas a este mundo, ¿cómo es posible que, cuando estén separadas del cuerpo y liberadas de los lazos del cautiverio, el buen Dios las llame al sufrimiento del castigo, por el motivo de que ellas, ya sea por su descuido o por su debilidad, fueron arrastradas a este lugar, y quedaron envueltas en el cuerpo, como en las tinieblas de la ignorancia? Me parece que no sabéis lo que es un padre y un Dios: pero podría deciros tanto de dónde son las almas, como cuándo y cómo fueron hechas; pero no me está permitido ahora revelaros estas cosas a vosotros, que estáis tan equivocados respecto al conocimiento de Dios." Entonces dijo Simón: "Llegará un tiempo en que lamentaréis no haberme comprendido hablando del poder inefable." Entonces dijo Pedro: "Danos, pues, como he dicho muchas veces, por ser tú mismo un nuevo Dios, o por haber descendido de él, algún nuevo sentido, por medio del cual podamos conocer a ese nuevo Dios del que hablas; porque esos cinco sentidos, que Dios nuestro Creador nos ha dado, guardan la fe en su propio Creador, y no perciben que haya otro Dios, pues así lo exige su naturaleza."

Capítulo 61. La imaginación.

A esto respondió Simón: "Aplica tu mente a las cosas que voy a decir, y haz que, caminando por senderos apacibles, alcance las cosas que voy a demostrar. Escucha, pues. ¿Nunca has extendido tu mente con el pensamiento a regiones o islas situadas muy lejos, y has permanecido tan fijo en ellas, que ni siquiera podías ver a las personas que estaban delante de ti, o saber dónde estabas sentado, a causa de la delicia de aquellas cosas que contemplabas?" Y Pedro dijo: "Es verdad, Simón, esto me ha ocurrido a menudo". Entonces Simón dijo: "De este modo, extiende ahora tu sentido hacia el cielo, sí, por encima del cielo, y mira que debe haber algún lugar más allá del mundo, o fuera del mundo, en el que no hay cielo ni tierra, y donde ninguna sombra de estas cosas produce oscuridad; y por consiguiente, puesto que no hay cuerpos en él, ni oscuridad ocasionada por los cuerpos, debe haber necesariamente una inmensa luz; y considera de qué clase debe ser esa luz, que nunca es sucedida por la oscuridad. Pues si la luz de este sol llena todo este mundo, ¿cuán grande supones que sea esa luz infinita y sin cuerpos? Tan grande, sin duda, que esta luz del sol parecería ser oscuridad y no luz, en comparación."

Capítulo 62. La experiencia imaginativa de Pedro.

Cuando Simón habló así, Pedro respondió: "Ahora escucha pacientemente con respecto a estos dos asuntos, es decir, con respecto al ejemplo de extender los sentidos, y con respecto a la inmensidad de la luz. Sé que yo mismo, oh Simón, he extendido a veces mis sentidos, como tú dices, a regiones e islas situadas muy lejos, y las he visto con mi mente no menos que si hubiera sido con mis ojos. Cuando estaba en Cafarnaún, ocupado en la captura de peces, y me sentaba sobre una roca, sosteniendo en la mano un anzuelo atado a un sedal, y dispuesto para engañar a los peces, estaba tan absorto que no sentía que se adhiriera a él ni un pez, mientras mi mente recorría ansiosamente mi amada Jerusalén, a la que había subido con frecuencia, despierto, para hacer ofrendas y oraciones. Pero también estaba acostumbrado a admirar esta Cesárea, oyendo hablar de ella a otros, y a anhelar verla; y me parecía a mí mismo verla, aunque nunca había estado en ella; y pensaba de ella lo que convenía pensar de una gran ciudad, sus puertas, murallas, baños, calles, callejuelas, mercados y cosas semejantes, de acuerdo con lo que había visto en otras ciudades; y hasta tal punto me deleitaba la intención de tal inspección, que, como tú has dicho, ni veía a nadie que estuviese presente y de pie junto a mí, ni sabía dónde estaba sentado yo mismo. " Entonces dijo Simón: "Ahora dices bien".

Capítulo 63. Ensueño de Pedro.

Entonces Pedro: "En fin, cuando no me daba cuenta, por la ocupación de mi mente, de que había pescado un pez muy grande que estaba prendido al anzuelo, y que aunque arrastraba el sedal de mi mano, mi hermano Andrés, que estaba sentado a mi lado, viéndome ensoñado y casi a punto de caer, hincándome el codo en el costado como si quisiera despertarme del sueño, dijo: '¿No ves, Pedro, qué pez tan grande has pescado? ¿Estás loco de asombro? Dime, ¿qué te pasa? Pero yo me enojé un poco con él, porque me había apartado del deleite de las cosas que estaba contemplando; luego le respondí que no sufría de ninguna enfermedad, sino que estaba contemplando mentalmente la amada Jerusalén, y al mismo tiempo Cesarea; y que, aunque en verdad estaba con él en el cuerpo, en mi mente estaba totalmente transportado allí. Pero él, no sé de dónde inspirado, pronunció una palabra oculta y secreta de verdad."

Capítulo 64. La reprensión de Andrés.

Ríndete, dice, Pedro. ¿Qué es lo que estás haciendo? Porque los que comienzan a ser poseídos por un demonio, o a ser perturbados en sus mentes, comienzan de esta manera. Primero se dejan llevar por fantasías hacia algunas cosas agradables y deleitosas, luego se derraman en vanos y afectuosos movimientos hacia cosas que no tienen existencia. Ahora bien, esto sucede por una cierta enfermedad de la mente, a causa de la cual no ven las cosas que son, sino que anhelan traer a su vista las que no son. Pero así sucede también a los que sufren frenesí, y les parece ver muchas imágenes, porque su alma, al ser arrancada y retirada de su lugar por exceso de frío o de calor, sufre un fallo en su servicio natural. Pero también aquellos que están angustiados por la sed, cuando se duermen, les parece ver ríos y fuentes, y beber; pero esto les sucede por estar angustiados por la sequedad del cuerpo no humedecido. Por lo tanto, es cierto que esto ocurre por alguna dolencia del alma o del cuerpo".

Capítulo 65. Falacia de la imaginación.

"En resumen, para que recibas la fe del asunto; acerca de Jerusalén, que yo había visto muchas veces, dije a mi hermano qué lugares y qué reuniones de gente me había parecido ver. Pero también acerca de Cesarea, que nunca había visto, sostuve sin embargo que era tal como la había concebido en mi mente y pensamiento. Pero cuando llegué aquí, y no vi nada en absoluto parecido a las cosas que había visto en fantasía, me culpé a mí mismo, y observé claramente, que yo le había asignado puertas, y paredes, y edificios de otros que había visto, tomando la semejanza en realidad de otros. En efecto, nadie puede imaginar nada nuevo de lo que nunca haya existido forma alguna. Pues aunque alguien imagine toros con cinco cabezas, sólo los forma con cinco cabezas a partir de los que ha visto con una cabeza. Y tú, pues, ahora, si en verdad te parece percibir algo con tu pensamiento, y mirar por encima de los cielos, no hay duda sino que los imaginas a partir de aquellas cosas que ves, colocado como estás sobre la tierra. Pero si piensas que hay fácil acceso para tu mente por encima de los cielos, y que eres capaz de concebir las cosas que están allí, y de aprehender el conocimiento de esa inmensa luz, pienso que para aquel que puede comprender estas cosas, sería más fácil arrojar su sentido, que sabe cómo ascender allí, al corazón y al pecho de alguno de nosotros que estamos allí, y decir qué pensamientos alberga en su pecho. Por lo tanto, si puedes declarar los pensamientos del corazón de cualquiera de nosotros, que no esté comprometido de antemano a tu favor, tal vez podamos creerte, que eres capaz de conocer aquellas cosas que están por encima de los cielos, aunque éstas sean mucho más elevadas."

Capítulo 66. Existencia y Concepción.

A esto respondió Simón: "Oh tú que has tejido una red de muchas frivolidades, escucha ahora. Es imposible que cualquier cosa que venga a los pensamientos de un hombre no subsista también en verdad y realidad. Porque las cosas que no subsisten, no tienen apariencia; pero las cosas que no tienen apariencia, no pueden presentarse a nuestros pensamientos." Entonces dijo Pedro: "Si todo lo que puede presentarse a nuestros pensamientos tiene una subsistencia, entonces, con respecto a ese lugar de inmensidad que dices que está fuera del mundo, si uno piensa en su corazón que es luz, y otro que es tinieblas, ¿cómo puede un mismo lugar ser a la vez luz y tinieblas, según sus diferentes pensamientos acerca de él?". Entonces dijo Simón: "Dejad pasar por ahora lo que he dicho; y decidnos qué suponéis que está por encima de los cielos."

Capítulo 67. La Ley Enseña de la Inmensidad.

Entonces dijo Pedro: "Si creyerais en la verdadera fuente de la luz, yo podría instruiros en qué y de qué clase es lo inmenso, y os daría, no una vana fantasía, sino un relato coherente y necesario de la verdad, y me serviría, no de afirmaciones sofísticas, sino de testimonios de la ley y de la naturaleza, para que supierais que la ley contiene especialmente lo que debemos creer respecto a la inmensidad. Pero si la doctrina de la inmensidad no es desconocida para la ley, entonces ciertamente, nada más puede ser desconocido para ella; y por lo tanto es una falsa suposición tuya, que hay algo de lo que la ley no tiene conocimiento. Mucho más nada le será desconocido al que dio la ley. Sin embargo, no puedo hablarte de la inmensidad y de las cosas que no tienen límite, a menos que primero aceptes nuestra descripción de los cielos que están delimitados por un cierto límite, o bien propongas tu propia descripción de ellos. Pero si no puedes entender acerca de lo que está comprendido dentro de límites fijos, mucho más no puedes saber ni aprender nada acerca de lo que no tiene límites."

Capítulo 68. El cielo visible y el cielo invisible.

A esto respondió Simón: "Me parece mejor creer simplemente que Dios es, y que ese cielo que vemos es el único cielo de todo el universo." Pero Pedro dijo: "No es así; sino que conviene confesar un solo Dios que verdaderamente es; pero que hay cielos, que fueron hechos por Él, como también dice la ley, de los cuales uno es el más alto, en el cual también está contenido el firmamento visible; y que ese cielo más alto es perpetuo y eterno, con los que moran en él; pero que este cielo visible ha de disolverse y pasar al fin del mundo, para que aquel cielo que es más antiguo y más alto aparezca después del juicio a los santos y a los dignos." A esto respondió Simón: "Que estas cosas sean así, como tú dices, puede parecer a los que las creen; pero al que busca razones de estas cosas, es imposible que se puedan producir a partir de la ley, y especialmente en lo que se refiere a la inmensidad de la luz."

Capítulo 69. Fe y Razón.

Entonces Pedro: "No creas que decimos que estas cosas han de recibirse sólo por la fe, sino también que han de afirmarse por la razón. Porque, en efecto, no es seguro confiar estas cosas a la simple fe sin la razón, ya que, ciertamente, la verdad no puede prescindir de la razón. Y, por tanto, quien ha recibido estas cosas fortalecido por la razón, nunca puede perderlas; mientras que quien las recibe sin pruebas, por un asentimiento a una simple declaración de ellas, ni puede conservarlas con seguridad, ni está seguro de que sean verdaderas; porque quien cree fácilmente, también cede fácilmente. Pero quien ha buscado la razón para las cosas que ha creído y recibido, como si estuviera atado por las cadenas de la razón misma, nunca puede ser arrancado o separado de las cosas que ha creído. Y, por tanto, cuanto más se afane uno en exigir una razón, tanto más firme será en conservar su fe."

Capítulo 70. Aplazamiento.

A esto respondió Simón: "Es una gran cosa lo que prometes, que la eternidad de la luz ilimitada puede ser mostrada desde la ley." Y cuando Pedro dijo: "La mostraré cuando te plazca", Simón respondió: "Puesto que ahora es una hora tardía, estaré a tu lado y me opondré a ti mañana; y si puedes probar que este mundo fue creado, y que las almas son inmortales, me tendrás para ayudarte en tu predicación." Cuando hubo dicho esto, partió, y fue seguido por una tercera parte de toda la gente que había venido con él, que eran unos mil hombres. Pero los demás, doblando las rodillas, se postraron ante Pedro; y él, invocando sobre ellos el nombre de Dios, curó a algunos endemoniados, sanó a otros enfermos, y así despidió al pueblo con regocijo, mandándoles que volvieran temprano al día siguiente. Pero Pedro, cuando la multitud se hubo retirado, mandó extender la mesa en el suelo, al aire libre, en el patio donde se había celebrado la disputa, y se sentó junto con aquellos once; pero yo cené reclinado con algunos otros que también habían empezado a oír la palabra de Dios y eran muy queridos.

Capítulo 71. Separación de los impuros.

Pero Pedro, mirándome muy benignamente, por si acaso aquella separación pudiera causarme tristeza, me dice: "No es por orgullo, oh Clemente, que no como con los que aún no se han purificado, sino que temo perjudicarme a mí mismo y no hacerles ningún bien. Porque esto quiero que sepas con certeza: que todo el que alguna vez ha adorado ídolos, y ha adorado a los que los paganos llaman dioses, o ha comido de las cosas que se les sacrifican, no carece de espíritu inmundo; porque se ha convertido en un demonio, y ha sido partícipe de aquel demonio del cual se ha formado la imagen en su mente, ya sea por temor o por amor. Y por estos medios no está libre de un espíritu inmundo, y por lo tanto necesita la purificación del bautismo, para que salga de él el espíritu inmundo, que ha hecho su morada en los afectos más íntimos de su alma, y lo que es peor, no da ninguna indicación de que acecha dentro, por temor a que sea expuesto y expulsado."

Capítulo 72. El Remedio.

"Porque a estos espíritus inmundos les encanta habitar en los cuerpos de los hombres, para satisfacer sus propios deseos mediante su servicio, e inclinando las mociones de sus almas hacia aquellas cosas que ellos mismos desean, pueden obligarles a obedecer a sus propias concupiscencias, para que se conviertan totalmente en vasos de demonios. Uno de los cuales es este Simón, que está preso de tal enfermedad, y ahora no puede ser curado, porque está enfermo en su voluntad y propósito. Tampoco el demonio habita en él contra su voluntad; y por tanto, si alguien quisiera expulsarlo de él, puesto que es inseparable de sí mismo, y, por decirlo así, se ha convertido ya en su misma alma, más bien parecería que lo mataría, e incurriría en culpa de homicidio. Por tanto, que ninguno de vosotros se entristezca por haber sido separado de comer con nosotros, pues cada uno debe observar que es sólo por el tiempo que le plazca. Porque el que quiere bautizarse pronto se separa por poco tiempo, pero el que quiere bautizarse más tarde, por más tiempo. Cada uno, pues, tiene en su mano el exigir un tiempo más corto o más largo para su arrepentimiento; y, por lo tanto, a vosotros os corresponde, cuando lo deseéis, venir a nuestra mesa; y no a nosotros, a quienes no nos está permitido tomar alimento con nadie que no haya sido bautizado. Por tanto, sois más bien vosotros los que nos impedís comer con vosotros, si interponéis demoras en el camino de vuestra purificación y aplazáis vuestro bautismo." Dicho esto, y habiendo bendecido, tomó la comida. Y después, habiendo dado gracias a Dios, entró en casa y se acostó; y todos hicimos lo mismo, pues ya era de noche.